domingo, 7 de noviembre de 2021

Poema de la semana ( XXXIV )

Esta semana hacemos "un guiño" al alumnado de 2º Bachillerato y traemos un poema de Luís Cernuda del que se cumplen 58 años de su muerte (5 de noviembre de 1963). 


Difícil, complicado, enrevesado”, así definía la escritora Rosa Chacel a Luis Cernuda “Todo lo que quieras, pero todas las cualidades que le pudiéramos encontrar, que eran incalculables, pero todas excelentes. Evidentemente, el carácter de Luis Cernuda era un demonio y era un lío. Era un abismo. Pero todo era un encanto en él. Todo era noble, todo era perfecto”.


El poeta, una de las figuras fundamentales de la llamada Generación del 27. se exilió finalizada la guerra civil, pasando a residir en distintos países: Reino Unido entre 1939 y 1947Estados Unidos entre 1957 y 1952, y finalmente en México, entre 1952 y 1963, donde se dedicó a la enseñanza de la literatura y pasó los últimos años de su vida. 

 
Autor de Los placeres prohibidos (1931Donde habite el olvido (1934La realidad y el deseo (1936) revolucionó la lírica española.


Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.


Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

                                                    La realidad y el deseo


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