miércoles, 8 de diciembre de 2021
"Mientras dure la vida que no pare el cuento"
lunes, 6 de diciembre de 2021
Poema de la Semana (XXXVIII)
domingo, 28 de noviembre de 2021
Poema de la semana (XXXVII)
Como el cuerpo de un hombre derrotado en la nieve,
con ese mismo invierno que hiela las canciones
cuando la tarde cae en la radio de un coche,
como los telegramas, como la voz herida
que cruza los teléfonos nocturnos,
igual que un faro cruza
por la melancolía de las barcas en tierra,
como las dudas y las certidumbres,
como mi silueta en la ventana,
así duele una noche,
con ese mismo invierno de cuando tú me faltas,
con esa misma nieve que me ha dejado en blanco,
pues todo se me olvida
si tengo que aprender a recordarte.
Yo te estaba esperando.
Más allá del invierno, en el cincuenta y ocho,
de la letra sin pulso y el verano
de mi primera carta,
por los pasillos lentos y el examen,
a través de los libros, de las tardes de fútbol,
de la flor que no quiso convertirse en almohada,
más allá del muchacho obligado a la luna,
por debajo de todo lo que amé,
yo te estaba esperando.
Yo te estoy esperando.
Por detrás de las noches y las calles,
de las hojas pisadas
y de las obras públicas
y de los comentarios de la gente,
por encima de todo lo que soy,
de algunos restaurantes a los que ya no vamos,
con más prisa que el tiempo que me huye,
más cerca de la luz y de la tierra,
yo te estoy esperando.
Y seguiré esperando.
Como los amarillos del otoño,
todavía palabra de amor ante el silencio,
cuando la piel se apague,
cuando el amor se abrace con la muerte
y se pongan mas serias nuestras fotografías,
sobre el acantilado del recuerdo,
después que mi memoria se convierta en arena,
por detrás de la última mentira,
yo seguiré esperando.
sábado, 27 de noviembre de 2021
Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres
Este pasado jueves 25 de noviembre, se celebró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Una jornada en la que se organizan diferentes campañas para poner en evidencia la violencia que hoy en día siguen sufriendo miles de mujeres y niñas alrededor del mundo y para luchar contra la discriminación por causa de género profundamente enraizada en todo el globo. Con todo ello se pretende conseguir un mundo más justo e igualitario, en el que nacer mujer no limite tus capacidades de crecer como persona ni de vivir libremente.
domingo, 21 de noviembre de 2021
Poema de la semana (XXXVI)
Entre sus muchos reconocimientos destacan: la Medalla de Andalucía 2007, Premio Nacional de la Crítica, 2010, por su libro “Heredad, seguido de Cartas de enero”, Premio Nacional Imagen de la Mujer en los medios de comunicación (1984).
Carmen muy educada vaqueros blusa beis
y Raquel silenciosa es el amor.
y amancillar.
Amor de amenazar amor de amurallar
amor de amartillar
y de amasijo.
Inés Luisa mi amor.
mi enemigo.
José Pablo dos hijos divorciado
y Raúl empresario gran sonrisa el amor.
que amortece y amarra.
Amor de amuñecar amor que es amputar
amor de amilanar
y de ambulancia.
Jaime Isidro mi amor.
mi rehén.
El anillo.
El cuchillo.
domingo, 14 de noviembre de 2021
Poema de la Semana (XXXV)
Esta semana queremos rendir homenaje a la magnífica escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, recientemente galardonada con el Premio Cervantes 2021, mostrando algo de su vida y su obra a través de esta pequeña ventana.
Nacida en Montevideo en 1941, hija de inmigrantes italianos, quiso ser escritora desde niña y publicó su primera obra - Viviendo, una recopilación de tres cuentos - en 1963. Enseguida alcanzó notoriedad, y se convirtió en un claro exponente de la nueva literatura latinoamericana, en la que ya sobresalían figuras de la talla de Gabriel García Márquez y Julio Cortázar, con quien mantuvo gran amistad. Paralelamente se distinguió por un intenso activismo político de izquierdas.
Cristina Peri Rossi se define a sí misma como una "francotiradora". En palabras del jurado que le otorga este prestigioso y codiciado premio de las letras, se trata de "una de las grandes vocaciones literarias de nuestro tiempo", así como de "una escritora capaz de plasmar su talento en la pluralidad de géneros", en alusión a su dedicación a la poesía, la novela y especialmente al relato, en el que se ha destacado como una de las grandes cuentistas de su generación. "La literatura de Peri Rossi es un ejercicio constante de exploración y crítica, sin rehuir el valor de la palabra como expresión de un compromiso con temas claves de la conversación contemporáneas como la condición de la mujer y la sexualidad".
Para acercaros un poco a la obra de esta gran mujer de la literatura en español, os traemos un evocador poema dedicado a su ciudad natal, perteneciente a su obra Estado de exilio (2001).
MONTEVIDEO
Nací en una ciudad triste
de barcos y emigrantes
una ciudad fuera del espacio
suspendida de un malentendido:
un río grande como mar
una llanura desierta como pampa
una pampa gris como cielo.
Nací en una ciudad triste
fuera del mapa
lejana en su continente natural
desplazada del tiempo
como una vieja fotografía
virada al sepia.
Nací en una ciudad triste
de patios con helechos
claraboyas verdes
y el envolvente olor de las glicinas
flores borrachas
flores lilas.
Una ciudad
de tangos tristes
viejas prostitutas de dos por cuatro
marineros extraviados
y bares que se llaman City Park.
Y sin embargo
la quise
con un amor desesperado
la ciudad de los imposibles
de los barcos encallados
de las prostitutas que no cobran
a los mendigos que recitan a Baudelaire.
La ciudad que aparece en mis sueños
accesible y lejana al mismo tiempo
la ciudad de los poetas franceses
y los tenderos polacos
los ebanistas gallegos
y los carniceros italianos.
Nací en una ciudad triste
suspendida del tiempo
como un sueño inacabado
que se repite siempre.
jueves, 11 de noviembre de 2021
Tintas para la vida
El pasado sábado día 6 de noviembre tuvo lugar la presentación del libro de poemas del VII Concurso Andaluz de Poesía "Tintas para la vida", cuya temática gira en torno a la donación de órganos. El concurso es de ámbito andaluz y está dirigido a escolares de Primaria y Secundaria. Se trata de una cita poética anual muy consolidada, organizada por el Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba, que año tras año gana en calidad y participación.
En esta edición, que ha contado con más de 700 participantes de toda Andalucía, nuestro IES Alhaken II ha dejado el pabellón bien alto, siendo seleccionados dos magníficos poemas de alumnas del centro. Aquí los tenéis. ¡Esperamos que os gusten!
VIDA PARA REGALAR
Escribiendo en un árbol,
con tinta y caligrafía,
me dispongo a hablar de órganos,
me dispongo a hablar de vida.
Algunos dicen "para vivir estoy",
otros "vivir para morir"
y yo quiero darte la oportunidad a ti.
Siendo niña digo que nadie debe morir,
que la vida es un regalo,
un regalo omnipresente,
que debemos compartir.
El órgano es la clave;
el cirujano, la llave;
la camilla, el cerrojo;
y tras la puerta, el viento suave.
El viento que lleva las aves,
las aves que llevan alas,
las alas que llevan vidas
y, tras la vida, el paisaje.
En el mar, la arena
y en la arena estelar
se observa desde lejos,
el blanco calamar.
El calamar que vivió
y luego su tinta me donó
para decirte
que la vida se deba regalar.
Necesitan tu ayuda,
sus futuros están heridos,
lo único que necesitan
son tintas para la vida.
Inés Sarasua Fontanilla (3º A) - Segundo Premio (Categoría A)
ahora que mi presencia es silente,
ahora que soy testigo de lo que sueñes,
quiero que vivas por mí.
Ama por mí, querido desconocido,
ahora que lato en tu pecho,
ahora que duermo en mi lecho,
quiero que te enamores de ti.
Cumple todos tus sueños y los que yo no llegué a soñar,
colecciona los recuerdos, los besos y abrazos que yo no di.
Mientras yo esté en un invierno eterno,
no dejes a la primavera marchar.
No quiero que solo respires, vive el doble,
vive por mí.
Aunque me haya ido, aunque conmigo el adiós no quiso
esperar,
aunque ahora soy aire, aunque desde las estrellas no
puedo escuchar,
sé que no es un adiós en vano, pues aún vive una parte
de mí,
sé que, aunque haya llantos,
ahora son menos, pues yo lato en ti.
Aunque no dejo hijos, ni fortunas ni mansiones,
aunque sobre mí no haya libros, ni cintas, ni canciones,
tú eres mi herencia, mi única huella;
tú eres mi esperanza, lo único que queda.
Querido desconocido,
lleva con orgullo este corazón sin firma.
Querido desconocido,
vive, vive por mí, vive mi vida.
miércoles, 10 de noviembre de 2021
¡El hombre del paraguas alcanza su mayoría de edad!
Cosmopoética alcanza su mayoría de edad del 12 al 20 de noviembre con la mirada puesta en Portugal
Así, visitará Córdoba el poeta, escritor y ensayista Nuno Júdice, que desde 1972 ha publicado más de setenta obras entre poesía, ficción y ensayos. Su obra le ha hecho acreedor de importantes galardones literarios, como el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2013 y el Gran Premio de Poesía María Amália Vaz de Carvalho el año pasado.
martes, 9 de noviembre de 2021
Concurso : ¡UN RELATO DE MUERTE!
¡YA TENEMOS GANADORES!
Queridos lectores,
Soy Don Remigio, un antiguo profesor del reformatorio de San Eustaquio. Os contaré la historia, lo que en realidad pasó:
Todo empezó hace cincuenta años. Era un día de tormenta, en el cielo oscuro, muy de vez en cuando, se encendía una vaga luz que provenía de un pequeño pueblo. No paraban de llegar carruajes llenos de pequeños delincuentes, todos había robado, amenazado y dañado a alguien, todos menos el pequeño Lían. Éste había hecho algo escalofriante, innombrable. Casi nadie sabía lo que había hecho en realidad el pequeño, pero todos le temían.
Yo llegué al reformatorio poco después de que el niño ingresara. No sabía nada sobre él, siempre que preguntaba a mis compañeros se quedaban pálidos, inmóviles, pasaban unos instantes y miraban hacia otro lado sin decir una palabra. Yo no tenía razones para temerle, aún así, cuando le veía, me angustiaba y empezaba a sudar sin ninguna razón.
El niño residía en una habitación húmeda, lúgubre, con las paredes desconchadas. Al pequeño no le dejaban salir nunca de la espantosa habitación, sólo le daban comida por una pequeña rendija de la puerta. Cuando mirabas por ella sólo se distinguía una desdichada sombra y marcas, ¡Marcas de días! Y …uno de ellos rodeado. Al ver esto todos los profesores nos estremecimos y decidimos tomar medidas: Aquel día señalado en su pared quedarían confinados todos los alumnos en sus habitaciones como medida de precaución. A cada profesor le tocaría vigilar una habitación y uno, desgraciadamente yo, vigilaría la habitación de Lian.
Llegado el día sentía pavor, me dolía la cabeza y todo me daba vueltas. A las doce de la noche sonaron tres golpes en la puerta provenientes de la habitación. Yo no le dí importancia pero, de repente, un grito hizo que me paralizara. Después sólo silencio, pero extrañamente mi miedo iba en aumento y al cabo de unos instantes otro grito aterrador salió de la celda. Me costó tomar la decisión, pero finalmente me encaminé a la habitación y abrí la puerta.
A partir de ahí sólo recuerdo un inmenso dolor en la nuca y encontrarme dentro de la habitación a solas, sin Lian. A duras penas me levanté y miré por una pequeña ventana con rígidos barrotes de metal oxidado, vi alejarse por el camino del reformatorio la silueta de un niño que corría. El chico se paró y una nube de gases grisáceos lo envolvió convirtiéndolo en una siniestra sombra.
Mi cuerpo yace aún entre aquellas cuatro paredes, más mi alma sigue al pequeño cumpliendo por toda la eternidad mi deber de vigilarlo.
Inés Sarasua Fontanilla 3º ESO A
FIVE
Fue a las doce de la noche. A esa hora siempre estoy acostada, pero esa tarde dormí siesta, y no pude acostarme tan temprano. Solía usar calcetines, al menos en otoño e invierno. Mamá estaba cosiendo en su triste mecedora. Estaba rota por los lados y agrietada por la humedad.
Papá solía pegar a mamá. Siempre gritaba y nunca la dejaba hablar; él decía que las cosas nunca son como nosotros queremos, pero que siempre existía la opción de cambiarlas; pero papá no entendía que mamá no era una cosa.
Ella me trajo polvorones y mazapanes de casa de la abuelita. Me dijo que los guardara en el cajón de debajo de la mesita de noche; papá siempre nos quitaba las cosas y nunca nos pedía permiso.
Esa noche, sobre las once y cuarto, papá vino borracho de la calle. Cuando vio a mamá se abalanzó sobre ella y la manoseó diciéndole groserías. Ella quería apartarme de allí; me gritó que me fuera a casa de Mati; él es mi mejor amigo; pero no podía dejar a mamá así. Sabía que estaba mal. Pero el miedo se abalanzó sobre mí, y papá sobre mamá, y yo corrí, y no sabía por qué, y oí gritos y sentí miedo, pero no hice nada.
Llamé al timbre de la casa de Mati y me dejó quedarme allí. Su madre era muy dulce y comprensiva; creo que ella sospechaba de papá y de cómo nos trataba.
Me ofreció galletas de pepitas de chocolate y un vaso de leche templada. Yo tenía hambre, mucha hambre. Mati y su madre me hicieron contarles lo que pasó esa noche. Decidimos volver a casa y llamar a la policía.
Yo estaba feliz de que todo iba a acabar, y papá no pegaría más a mamá, y sería bueno conmigo, y sobre todo con mamá. Pero cuando llegué, papá no estaba, sólo mamá, tumbada, bocarriba, en el suelo del pasillo, desnuda, boquiabierta, muerta.
La mamá de Mati nos sacó corriendo de casa y nos dijo que esperásemos en las escaleras. Ella se quedó dentro. Al poco rato escuché las doce campanadas de la Iglesia de al lado; los domingos iba con mamá a misa, y luego lo pasábamos bien. Rosa soltó un grito y me hizo aterrizar de mis pensamientos. Mati salió corriendo hacia afuera, tenía miedo y corrió, tal como hice yo, antes, pero esta vez iba a afrontar el miedo, a entrar.
Entré a casa, y vi a Rosa pero no a mamá. Mamá desapareció en cinco minutos. Y yo no me pude despedir. Sólo había cinco dientes en el suelo. En forma de círculo. Es todo lo que recuerdo.
Hace cinco años que no repito ese hecho en mi mente. Mamá siempre estuvo conmigo. Y lo está. En todas las “o” de este texto, mamá está.
Ayer fue mi cumpleaños, y mamá escribió un 5 en el espejo. Lo rodeó de rojo. Y la vi al otro lado del espejo. Estaba feliz, sonriente, pero tenía una mueca que me daba algo de escalofrío. Fue entonces cuando mamá me enseñó sus dientes. Le faltaban justo cinco. Abrió su mano y ahí estaban. Se empezó a reír, y a reír, y a reír. Yo grité, y mamá siguió riendo. Y alguien tocó la puerta cinco veces. Y mamá desapareció. Y el 5 se borró del espejo. Y abrí la mano y estaban los cinco dientes.
Raquel Delgado Pérez 4º ESO A
Culpa
¿Quién fue? ¿Por qué? ¿Cómo ocurrió? ¿Dónde está? Preguntas sin respuesta. ¿Por qué nadie las respondía? Yo solo quería respuestas. Mejor dicho, las necesitaba.
El edificio de ladrillo rojo, en medio del recinto ajardinado del instituto Snow Mountain, al norte de Boston, lucía en todo su esplendor al sol de otoño.
El chico de tez pálida estaba en pie delante de la pizarra, ante la clase. Había algo en él que no cuadraba. Sus ojos estaban tapados por un pelo largo, despeinado. Algo en él provocaba una fría sensación. Estaba en silencio y, a pesar de que la profesora intentaba ayudarle, no había manera de sacarle una palabra. Sin decir su nombre, agarró su mochila y se sentó al final de la clase. La señorita Pikes, que había estado al lado del chico, dijo: “Este nuevo compañero es Antón Wright, yo di clase a su hermano Stuart hace unos años. Vamos a darle algo de tiempo para que coja confianza. Bienvenido, Antón”. La sonrisa de la profesora casi logró despejar la atmósfera de frío que se había apoderado de la clase.
A la hora del recreo, sentí pena de él. Me acerqué hasta su mesa y con una pequeña sonrisa empecé a hablarle. Me presenté, le hablé de las clases y un poco de mí y después de unos minutos sin respuestas, en los que pude adivinar unos ojos color miel, huidizos, escondidos tras sus cabellos, con una voz casi inaudible dijo:
- Gracias por acercarte, Mia, yo soy Anton. Nadie suele hablar conmigo, y casi siempre estoy solo, bueno más o menos. Eres la primera persona que se me presenta en muchos años, aunque por lo menos le tengo a él.
Me alegré de poder recibir una respuesta. Aunque no me diese mucha información, pues ya sabía su nombre. Sentí tristeza al oír su voz y decidí que lo mejor que podía hacer era intentar acercarme a él poco a poco hasta que acabase consiguiendo su confianza y pudiese sentirse aceptado. Lo único que no entendía era quién sería “él”, pero supuse que sería su hermano, de quien nos había hablado la profesora.
Pasaron unas semanas y el chico fue hablando más y más conmigo. A pesar de aquello, nunca le vi sonreír ni reírse. Intenté todo lo posible, pero cuando sentía que estaba más cómodo, ya era tarde. La profesora llegó a clase como nunca le había visto. Su rostro estaba serio y sin energía y, con mucha dificultad, nos explicó que Antón se había perdido la noche anterior y que nadie sabía dónde estaba. Fue ahí cuando sentí algo por primera vez en toda mi vida. Algo que no se iría ya de mí jamás. Un aire frio me abrazó y se llevó todas mis fuerzas. Una sensación de inquietud se apoderó de mí y mi vista se tornó en un tono mucho más oscuro. Todo el tiempo sentía algo detrás de mí.
¿Qué era aquello? ¿Por qué me sentía así? ¿Dónde estaba Antón? ¿Le habría pasado algo? ¿Sería por mi culpa? Intenté ser positiva y pensar que en algún momento volvería, pero nunca volvió, nadie lo encontró. Simplemente desapareció.
Pasaron los años. Toda mi vida cambió desde aquello. Mis objetivos, mi personalidad, mi sonrisa, todo. Acabé Arqueología y conseguí un puesto en el Museo de Arqueología de Nueva York. Aunque estaba en la sección de civilizaciones perdidas, siempre me había interesado la Edad Media y la mezcla de civilizaciones de distinta religión que había existido en Europa. Mi vida se basó en descubrir qué era aquello que me comía por dentro. Aquella inseguridad que apenas me dejaba dormir por las noches. Conocí a muy poca gente desde que empecé a sentirme así y las pocas personas que entraban en mi vida se acababan alejando de mí. Todos, excepto Sasha, una chica que vivía cerca de mi piso y que trabajaba en el mismo museo que yo. Era la única que me escuchaba y que se preocupaba por ayudarme con mi problema. Fui a muchos psicólogos que intentaron mejorarme, pero ella era la única que realmente sabía cómo calmarme en los peores momentos y sabía cómo sacar el tema de mi cabeza de vez en cuando.
Encontré muy pocos libros que explicasen la sensación que sentía y pasé mucho tiempo hasta que obtuve algo de información que me sirviese. La pared de mi cuarto estaba llena de teorías sobre personas con síntomas parecidos a los míos. Hasta que una tarde todo cambió.
Como de costumbre, estaba en la misma cafetería de siempre tomando café con Sasha después del trabajo. Era un día gris. Una lluvia ligera caía sobre los ventanales al lado de nuestra mesa y al caer, las gotas dejaban regueros de formas caprichosas mientras resbalaban por la parte exterior. Era algo casi hipnótico. Sasha empezó un nuevo tema de conversación: la infancia.
- Nunca me has hablado de cómo eras de pequeña- dijo ella-. ¿Eras muy distinta a como eres ahora?
En ese instante pensé en cómo había cambiado todo y caí en aquel angustioso día, tan horrible que apenas me había parado a analizar toda la información. De nuevo me vino aquella sensación. El frío, el mareo, la angustia subiendo por la garganta. Con el café a medias, le pedí perdón a Sasha por irme tan pronto, pues necesitaba pararme a analizar todo tranquilamente.
Llegué a mi casa y me senté en mi escritorio, cubierto de pequeñas notas con lo que había ido descubriendo. Pensé que no me había parado a examinar aquella escena donde empecé a sentirme de esa manera. Como un rayo de luz, recordé las primeras palabras que el chico de pelos revueltos me mencionó: “Nadie suele hablar conmigo, y casi siempre estoy solo, bueno más o menos. Eres la primera persona que se me presenta en muchos años, aunque por lo menos le tengo a él”.
¿Y si realmente no era su hermano, como yo pensé en un principio? En ese caso, ¿Quién era él? ¿Tendría que ver con la sensación, que siempre tuve, de tener algo detrás?
Y antes de que pudiese acabar este razonamiento, algo me agarró y empezó a tirar de mí. Intenté soltarme de aquello y cuando me giré, le vi.
A él.
Antón, o algo parecido a él, pero en una versión espantosa. Una criatura gigante llena de pelos enredados, de brazos y piernas muy largas, con una cara inerte, sin expresión, con los ojos en blanco y la boca abierta en una mueca horrible. Sentí la misma sensación de frío extremo de la primera vez que lo vi, pero aún mayor. Una sensación de culpa de verle así me consumió.
Intenté separarme, pero con fuerza la cosa seguía tirando de mí hasta que me acabó tragando.
Una vez que terminó, comprendí todo. Yo veía mi cuerpo desde la criatura horrible en que me había transformado. Invisible para casi todos, terrorífica, desalentadora. Mi antiguo cuerpo estaba a mi lado, aunque mi mente estaba ahora prisionera dentro de ese monstruo. Yo intentaba poner algo de emoción en mi antiguo rostro, pero solo conseguía ver una forma de mí triste, sin emoción. Dentro del monstruo, mi alma lloraba.
Ahora lo comprendí todo. Cuando conocí a Antón, esa criatura le acompañaba. La culpa. Un monstruo horrible que se alimenta con cada pequeño error que su víctima comete, que hace que cada vez te sientas peor, más triste, más apagada, y te vas volviendo una sombra de ti mismo. Hasta que descubres que ya no eres tú misma y miras hacia atrás. Y entonces, te traga. Esa criatura horrible, yo ahora, no era visible para cualquiera. Ahora sé que esa criatura es en realidad un demonio indio: Rakhmasimatra, el que absorbe la vida. Y sé que cuando esa persona descubre todo lo ocurrido, el demonio salta a la siguiente y durante unos años vive a su lado, atormentándole con cada fallo, con cada fracaso, con cada error y, con ello, apagándole. Hasta que esa persona se da cuenta de que hay algo que le está haciendo aquello. Entonces, se materializa y se lo traga. Se queda invisible, a su lado, capturando su mente y secuestrándola hasta que encuentra otra víctima alegre, con energía, a la que saltar.
Así soy yo ahora. Una persona aparentemente normal, triste, pero normal. Y al lado de esa persona, mi mente vive encerrada en un monstruo invisible.
Y lo peor de todo es que, en esa corta vida que viví, a la última persona que conocí fue a Sasha. Y sé que Rakhmasimatra quiere que yo vaya a verla ahora para saltar a ella. Pero no, no lo haré. Escribo esto desde mi avión a España. Sé que es injusto pasar este monstruo a alguien que no conozco, pero al menos salvaré a Sasha.
Un flash me vino a la cabeza, como una explosión. Por eso, huyó Antón de mí, para no pasarme al monstruo. Se alejó para no dañarme. Aunque no lo logró porque el monstruo ya me había cogido. Un pequeño destello de alegría y de agradecimiento hacia Antón brilló en mi interior.
En fin, apago mi ordenador, que estamos a punto de llegar a España. Es triste porque sé que, al lugar que vaya, llevo a mi monstruo y a mi poder de infectar conmigo. Iré al Sur, me encanta el sol. Hay una ciudad muy bonita, con una historia impresionante y un tesoro arqueológico también impresionante. Igual la conoces.
Se llama Córdoba.
Francisco Angenjo Arjona 4º ESO A
El ladrido de la muerte
Era una noche típica de otoño en la Sierra de Córdoba. Yo volvía a casa de mi abuela después de mucho tiempo. Por la carretera vieja ya no se veían los animales en las fincas que lindaban con el camino. Todo estaba en silencio y se respiraba un aire frío y muy, muy limpio, demasiado, como cuando te vas de perol muy temprano y cuando respiras te duele un poco el pecho y te pegas a la candela para respirar aire más caliente.
Se respiraba una tranquilidad que añoro cada vez que estoy en la ciudad, pero que te pone el bello de punta. Cualquier cosa podía pasar en este escenario.
Volvíamos al pueblo a pasar el Día de los Difuntos con mi abuela. Me gusta esta tradición, me gusta como huele la dehesa en otoño, me gusta pasear y ver velas encendidas en las casas en recuerdo de los seres queridos.
Iba saboreando la cena que mi abuela nos habría preparado. Todos los años me recibe con un plato bien caliente de sopa y de postre huesos de santos y gachas. Me gustan las tradiciones y en cada época impregnarme de su espíritu.
Estábamos aún lejos del pueblo cuando comenzó la tormenta. El cielo, sin luna ni estrellas, se convirtió en una telaraña de rayos que se entrelazaban e iluminaban el camino. Para que negarlo, eran la luz y el sonido perfectos para aquella noche. Me gustaba que fuera así.
Llevábamos tres años sin ir. El camino me traía un sinfín de recuerdos. Iba muy cansado. Esta semana había entrenado todos los días y tuve varios exámenes. Me puse a mirar por la ventana y la oscuridad invitaba a descansar. De repente, unos cuantos rayos se cruzaron e iluminaron la entrada de la finca de don Sebastián. Don Sebastián era el viejo alcalde del pueblo. Tenía la finca más bonita de todas. Cuando pequeño, me gustaba pasear por ella y ayudar a Fermín a guardar las ovejas o echarle de comer a los caballos. Y allí estaba Fermín, con su gorra, el chaleco de pana y un buen cayado, justo en la puerta, con su inseparable Lucero. Me saludó al pasar y Lucero saltaba y ladraba tan alto que parecía que me quería contar todo lo sucedido en estos tres últimos años. ¡Qué ilusión me hizo ver al viejo Fermín después de tanto tiempo! Volví la cabeza y por el cristal trasero del coche lo vi cruzando la carretera con su rebaño de ovejas y junto a él, Lucero. Los ojos de Lucero brillaban en la oscuridad como si fuera un lobo. Me hubiera asustado si no supiera lo buen perro que es. “Mañana sin falta me paso a verlos “, pensé.
- ¡Paco, despierta! - oí decir a mi madre-. ¡Ya hemos llegado!
La abuela estaba en la puerta esperándonos. Olía a casa de pueblo, las velas en las ventanas por los que faltaban, el aire más frío aún… Me encanta volver a casa.
Nos sentamos todos a la mesa, me tapé con las enagüillas dobles de mi abuela y saboreé mi plato de sopa bien caliente. Mi abuela no paraba de hablar, estaba muy contenta de que estuviéramos allí después de tres años. La tormenta se estaba acercando. Algún trueno nos llegó a asustar y como no, se fue la luz. Me daba igual, me encantaba llenar el comedor de velas, no era la primera vez. La ventana del cuarto de abajo, donde dormía mi abuelo, se abrió de golpe.
- ¡No te preocupes, abuela! -dije-. Yo la cierro.
Entonces. oí fuera un fuerte ladrido.
- ¡Hombre! ¿Qué haces tú aquí? Abuela, Lucero está en la puerta del vecino, querrá un trozo de panceta como siempre, ¿se lo doy?
Cuando regresé al comedor, mi abuela estaba blanca y apoyada sobre la mesa. Se había mareado.
-Paco, ¿qué dices de Lucero? -
¡Que está en la puerta de José! ¿Qué te pasa abuela? Antes los vi cuando veníamos, a él y a Fermín en la puerta de la finca… No sé por qué iban con el rebaño. Mañana le preguntaré.
- Paco, hijo, ¿en qué puerta está?
- En la de José, el abuelo de Genaro.
- Cierra bien la puerta, cielo, y encended otra vela, que dentro de tres días vamos de entierro.
- ¿Qué dices, qué te pasa? Es Lucero, abuela.
- Hijo, Lucero y Fermín murieron hace tres años. Fermín se cayó a un pozo mientras sacaba a las ovejas a pastar y Lucero estuvo ladrando sin parar tres días y tres noches. Cuando lo encontraron, había muerto de fatiga. Desde entonces, se oyen los ladridos de un perro tres días antes en la casa donde alguien va a morir.
-No puede ser, yo los he visto, abuela. Fermín me saludó.
-Siempre has sido alguien muy especial, algún día lo entenderás. Llama a tu amigo Genaro, te va a necesitar, - dijo con la tranquilidad que da la edad.
El día 1 de noviembre a las doce de la noche los ladridos callaron y el día 2 enterramos a José. El pueblo se volvió a quedar en silencio. El aire ya no era tan frío. Todo volvió a comenzar. Desde entonces, cuando oigo un perro ladrar a la puerta de una casa…, pienso: “¿qué pasará dentro de tres días?”.
domingo, 7 de noviembre de 2021
Poema de la semana ( XXXIV )
Esta semana hacemos "un guiño" al alumnado de 2º Bachillerato y traemos un poema de Luís Cernuda del que se cumplen 58 años de su muerte (5 de noviembre de 1963).
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.
Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
La realidad y el deseo
sábado, 6 de noviembre de 2021
XV Concurso de Literatura Hiperbreve Ilustrada contra la Violencia de Género.
El Haiku deberá incluir, al menos, una palabra de las siguientes: VOLCÁN, CAMINO, VENTANA, OTOÑO, PIEDRA.
El Microrrelato o Ilustración incluirá una o varias de las palabras mencionadas en la base anterior.
En cada etapa educativa se entregarán tres premios, más el número de trabajos finalistas que el jurado estime oportuno.
Los premios consistirán en la lectura del poema o relato en el Pleno del Ayuntamiento con motivo del 25 de noviembre (está por confirmar), además de un diploma y material escolar por valor de: