jueves, 25 de junio de 2020

Concurso literario "Historias de un confinamiento"

Érase una vez un mes de marzo como cualquier otro, con sus días primaverales transcurriendo entre exámenes y clases. Pero un viernes 13 todo cambió...

Este podría ser el comienzo de un relato sobre las extraordinarias circunstancias vividas durante este curso escolar. Circunstancias que nos obligaron a abandonar nuestras aulas en 24 horas y a iniciar una travesía educativa incierta: el IES Alhaken II, como tantos otros institutos, extendía su espacio físico por los hogares de todos los que formamos su comunidad escolar.


Estando en este periplo decidimos convocar un concurso literario. El objetivo fue ofrecer un canal de expresión a nuestros alumnos y alumnas, a través del cual pudieran reflejar sus vivencias y pensamientos. Después de todo, estábamos - y aún estamos - viviendo una pandemia, con todo lo que esto significa.


La respuesta no nos ha decepcionado. Ha sido muy difícil otorgar los premios. Sin embargo, un concurso es un concurso y, tras mucho deliberar, leer y releer, podemos por fin anunciaros el FALLO DEL JURADO:

MODALIDAD A (1º, 2º y 3º ESO). El jurado ha decidido otorgar tres premios idénticos, dotados con 50 € en material escolar, que son los siguientes:

  • "La subida de una montaña sin arnés" por Darío García García (1º ESO B)
  • "Mi experiencia en esta pandemia" por Inés Sarasua Fontanilla (1º ESO B)
  • "COVID 19. Mi historia" por Marina Sanz Serrano (2º ESO D)

MODALIDAD B (4º ESO, 1º y 2º Bachillerato). El jurado otorga el premio, dotado con 100 € en material escolar, al texto:

  • "Mi pequeño prado verde" por Clara Vaquera Illescas (1º Bachillerato C)

Asimismo, otorga un accésit, dotado con 50 € en material escolar, al texto:

  • "Que nunca sea el último" por Marina Monje Albalá (2º Bachillerato D)

Podéis disfrutar de los relatos premiados en este mismo blog, donde los tenéis publicados, respetando el formato que sus autores/as les han dado. 

Desde aquí queremos además felicitar a los premiados y a todos los participantes, sin excepción alguna, pues nos han regalado algo muy personal y eso es todo un privilegio.

¡ENHORABUENA!






"La subida a una montaña sin arnés"

- Premio Concurso "Historias de un confinamiento" (Modalidad A) -

Todo empezó de repente, rápido y no sabía lo que iba a pasar después de décadas de tranquilidad. En las noticias lo anunciaban, pero esas palabras solo transmitían lo que nunca me imaginé. Niñas y niños preguntaban por China. Habían oído hablar sobre una pequeña gripe que se curaría en un abrir y cerrar de ojos. Al principio, pensaba en que no nos afectaría, en que solo era una gripe más, en que no saldría de su país de origen…Pero pasaban los días, aumentaban infectados, aumentaban víctimas, aumentaban los nervios y la inquietud en las personas. Pasadas unas semanas se extendió a más países de Asia, haciendo que se generase más temor en la gente. El número de infectados subía sin parar, cada vez más países contagiados. Llegó a Alemania, a Francia y acto seguido se extendió por Europa. Todos deseamos que fuese una simple pesadilla, pero no fue así. Primer caso en España. Después de pocas horas solo había más. Llegamos a los cien, más tarde a los mil. Nunca me imaginé que iba a ser tan grave y contagioso. La sociedad se percató de que debíamos reaccionar. Se cerraron escuelas, institutos y universidades. Se decretó el estado de alarma. Todos los trabajadores no esenciales tuvieron que dejar su labor. Todo por intentar evitar una gran tasa de contagios, pero solo subían. Veía como, poco a poco, íbamos superando a China. No podía entender como aumentaban los inficionados tan rápidamente. Llegamos a doscientos mil casos en solo dos meses. Un poco después ocurrió algo inesperado. Ya no me quedaban esperanzas, pero era real. Los infectados cesaron, no podía creerlo. Parecía mentira, pero no. Poco a poco las personas sanaban y se recuperaban. La angustia y el miedo se convirtieron en audacia y ánimo. Comenzó la desescalada. Parecía increíble que, después de tantos días, llegase el momento de ir fase a fase para normalizar un poco más la situación. Las personas, alegres, caminando por la calle, las niñas y niños correteando felices y respetando las medidas, me transmitían seguridad y satisfacción. Solo quedan unos pasos más, los más sencillos. Hemos estado escalando durante mucho tiempo y, aunque muchas personas han caído, solo nos quedan unos cuantos metros para llegar a la cima de la montaña y, por fin, poder disfrutar de las vistas. Ahí nos estará esperando la cura gracias a sanitarias y sanitarios y acto seguido una bajada leve con un camino casi recto. Y al llegar de nuevo al pie de la montaña habremos extinguido este virus que no he nombrado por miedo, pero es la hora de apartarlo de nuestro largo camino. Derrotaremos al Covid-19.

DARÍO GARCÍA GARCÍA - 1º ESO B

"Mi experiencia en esta pandemia"

- Premio Concurso "Historias de un confinamiento" (Modalidad A) -

Antes de comenzar, me gustaría indicar que este escrito va dirigido al lector de buena fe, sin intención de insultar o hacer sentir mal.

Al principio de esta pandemia, cuando empezaron los reportajes sobre un virus que estaba atacando a la población de Asia, China en concreto; pensé que no ocurriría nada, porque habían cerrado las fronteras; a pesar de saber de la existencia de un gran problema, no les ayudamos.

Luego, cuando llegó a la península italiana, empecé a preocuparme, porque las cifras de infectados y fallecidos eran tremendamente altas; tampoco les ayudamos como necesitaban.

Cuando llegó a España, entonces sí me preocupé bastante, porque era muy contagioso; pero en el resto de Europa no existía el mismo temor: se continuaban los partidos de fútbol con viajes de aficionados, había reuniones multitudinarias, etc. Continuábamos los países sin apoyarnos y unirnos.

Y un día, mi mundo cambió: los centros estudiantiles cerraron, los comercios se clausuraron, muchas empresas como la de mi padre apostaron por el teletrabajo; teníamos que quedarnos en casa confinados para intentar controlar la situación.

Fuimos un poco crédulos al pensar que esta enfermedad sólo afectaría a los mayores. Nos dimos cuenta ese día que nos afectaba a todos: fallecían también personas jóvenes y no tan mayores. 

La gente se angustiaba, comprábamos productos higiénicos en exceso cuando se nos permitía, no sólo para mantenernos, sino para nuestro propio beneficio. Había personas que compraban cientos de rollos de papel higiénico sin ninguna razón, era una locura. Se hacían reservas de productos como si fuera el apocalipsis: leche, pasta, lejía, etc.

Cuando veía las noticias, me afectaba, pero sólo un poco; ya que la cifra de infectados era alta, la de muertos media, y la de sanos superaba a la cifra de muertos; eso era lo que me levantaba el ánimo. Por otra parte, me horroricé al ver un caso en concreto de las noticias que decía que en Holanda tomaron la decisión de que, si las personas mayores se contagiasen que no fueran al hospital a intentar curarlos, ya que su edad estaba en el grupo de riesgo, y probablemente no se salvasen; además decían que, si ellos fuesen al centro, no dejarían hueco a los jóvenes, ya que ellos tenían prioridad por ser el futuro de aquel país. Al escuchar esto, pensé que le habían negado su derecho a sanidad, y creo que no me equivoqué. Si discriminamos a las personas tanto por edad como por raza o cualquier otra cosa, nos convertiremos en la persona que representa el mal, en la persona que no debemos ser…

Aunque sabía que a mí seguramente no me afectaría por mis condiciones físicas ni por mi edad, me preocupaba por el prójimo, porque, y si el prójimo fuese uno de nuestros seres queridos... 

Pero cuando la gente empezó a ver las cosas serias, se ayudaron entre sí: hicieron mascarillas, las repartieron por todas las casas, tomaron medidas de usarlas: cómo y cuándo, por si ellos se infectaban, para no contagiar a los demás, y aplaudieron a los que más ayudaban.

Ese acto de buena fe, aunque fuera insignificante el aplauso, demostró nuestra admiración hacia los médicos, las enfermeras, los cajeros/as, los/as policías, a todos los que iban al trabajo, aunque se arriesgasen a infectarse.

Yo en mi casa tengo medidas higiénicas: salgo con guantes y mascarilla, uso el desinfectante, me lavo las manos, se lava la ropa a más de 60 ºC, cuando entro en mi casa, limpiamos las suelas de los zapatos, y todo lo que se trae de fuera; nos repartimos las tareas, cada uno un puesto en la cocina, cuando llega la compra a casa: mi madre limpia los productos, yo los seco, y mi padre los guarda. 

Hace tiempo hicimos un vídeo hacia dos familiares, ya que no podíamos salir. El motivo de los vídeos eran que sus cumpleaños habían tomado fecha, fechas en las que no se podían celebrar reunidos, ni mucho menos salir a un establecimiento. Pero sabíamos que cuando el virus estuviese controlado, nos juntaríamos y lo celebraríamos a lo grande… lo celebraríamos en familia.

A veces entraba en pánico un poco, porque me preocupaba cuando acabaría esto; y porque recapacitaba que había malgastado tres meses en hacer cosas insignificantes, en malgastar tanto tiempo, pero luego hablaba por teléfono con mis amigas y olvidaba todo.

Me preocupaba cómo volveríamos al instituto... ¿clases de 15 alumnos/as, dos metros de distancia entre cada uno/a, separar mesas y hacerlas individuales...? 

Me di cuenta de que ese no era el gran problema, no; era el virus. 

A veces cuando la gente se asusta, busca una fuente de entretenimiento, para desahogarse y olvidarlo. En este caso la fuente es “criticar a los demás”. He oído muchas cosas como: “no podían comer otra cosa los chinos” o “tenían que hacer sopa de murciélagos”, pero luego, cuando los españoles que se quedaron encerrados en otros lugares fuera de sus casas mientras viajaban, les obligaron a quedarse en casa porque decían que estaban “infectados”, se sintieron mal... 

Yo no digo que justamente esas personas criticasen a la población china, no; pero desgraciadamente pagamos justos por pecadores. En vez de criticar, deberíamos tener más empatía y buscar soluciones, algunos/as, porque otros es lo que hacen; a esas personas las llamo admirables.

En esta pandemia muchos caeremos, pero caeremos luchando…puede que algunos/as entren en depresión por perder a sus seres queridos, yo lo entiendo; una vez un profesor de libre disposición nos contó un cuento con muy buena moraleja: decía que un hombre sabio daba muy buenos consejos a sus familiares, y por eso se hizo conocido. Al cabo de varios días, vinieron las mismas personas a contarles el mismo problema, y el sabio decidió hacer una asamblea con todos ellos/as. Cuando estaban todos, les contó un chiste muy gracioso, y se rieron mucho; contó el mismo chiste varias veces, y se dejaron de reír; al cabo de un tiempo, el sabio les dijo: ¿Por qué no pueden reírse siempre con el mismo chiste, pero sí llorar por el mismo problema…?

Esa es la moraleja del cuento, y mi moraleja de esta historia es que hay que aprovechar el tiempo que tenemos para estar en familia; las redes sociales, los videojuegos y las nuevas tecnologías siempre estarán presentes, pero la familia no; porque lo único que no se puede recuperar es el tiempo; el tiempo vale oro, por eso hay que aprovecharlo... el tiempo lo quita todo.

 ...Y mientras que nosotros permanecemos en casa, los animales salen y exploran el mundo que nosotros les arrebatamos, la Tierra se está recuperando de todo el daño que le hemos estado causando, la flora está creciendo, dándonos oxígeno... ¡Si los árboles dieran Wifi todo el mundo los estaría plantando como locos, qué pena que solo nos aporten el oxígeno que necesitamos para vivir! 

“Podemos molestarnos porque la rosa lleva espinas o alegrarnos de que las espinas van acompañadas de rosas”, debemos ser optimistas en todo momento y más ahora mismo, cada paso hacia adelante que damos es un poco menos para el final de esta miserable historia que estamos viviendo.

Si todos colaboramos, si todos ponemos nuestro granito de arena, esta trágica historia podrá llegar a su fin poco a poco como antes dije. Pasaremos página de esta historia, aunque algunos se queden atrás.

Hablando de finales, me despido afirmando con seguridad que: ¡RESISTIREMOS!

INÉS SARASUA FONTANILLA - 1º ESO B

"COVID 19. Mi historia"

- Premio Concurso "Historias de un confinamiento" (Modalidad A) -

Sin parque, sin cole, sin ver a tus amigos, ni a tu familia y menos a tus abuelos, que son los que más nos añoran en estos tiempos tan difíciles. Yo siendo sincera siempre he estado diciendo que quería que terminara ya el instituto, pero ahora tanto tiempo sin ir, sin ver a mis amigos, ni a los profesores…. ahora desearía volver y verlos a todos y ver que están bien ellos y su familia. Yo pensaba que esto era una tontería, que pasaría rápido, pero no es así. Un día me dio por ver las noticias y vi toda esa gente que está muriendo y perdiendo a sus familiares, amigos…etc. Ese día me puse a llorar, a mí me duele eso porque ahora mismo la gente parece que esto les da igual, salen con sus amigos sin darle importancia ni pensar que por culpa de gente como ellos el virus se propaga de forma rápida pudiendo llegar a matar a muchas personas.

Mi padre es mi héroe. ÉL trabaja de educador en un colegio, y como ya sabemos ahora con esta situación, estaba en casa sin trabajar, hasta que se enteró de que en la residencia de ancianos del pueblo en el que trabaja necesitaban personal sanitario, ya que el bicho se había colado allí, y había infectado a muchos trabajadores y abuelitos, provocando la muerte de trece de ellos. Entonces como él también es auxiliar de enfermería, no dudó en presentarse de voluntario a la llamada de petición de que necesitaban gente, ahora más que nunca. Yo ese día no quería que fuera porque no quería que se contagiase, pero él me dijo una frase que me marcó mucho: “si sólo hubiera gente con miedo a contagiarse, esta pandemia no acabaría”. Así que ahora que puedo salir, justo a la hora que termina el turno de mi padre siempre voy a recogerlo y agradecerle todo lo que está haciendo por toda la gente.

Y bueno espero que la gente se conciencie de esto, que podamos salir todos juntos para poder disfrutar de este maravilloso mundo que nos rodea y sobre todo podamos juntarnos de nuevo con nuestros abuelos, titos, primos, amigos… ,etc. 

GRACIAS a todas las personas que estáis prestando ayuda frente a este virus.

MARINA SANZ SERRANO - 2º ESO D

"Mi pequeño prado verde"

- Premio Concurso "Relatos de un confinamiento" (Modalidad B) -

Corría por un prado, tan grande que al mirar al horizonte sólo alcanzaba ver diferentes tonos de verdes intensos, sin paredes, sin techos bajos, ni ventanas cerradas. Aun así, lo hacía con la cabeza agachada, mirando mis pies y deseando estar en cualquier otra parte, fuera del mismo camino de siempre; aburrida de la rutina y de observar las flores con tal variedad de colores, pero todos ya memorizados. 

Siempre he creído ser una persona soñadora, a la que le gusta volar lo más alto posible y sin correas que la aten; por ello, desde pequeña he sentido que vivía encerrada en una persona que cumple los estándares, porque debe hacerlo, una persona que sigue los horarios impuestos, intentado hacerlos suyos, y una persona que, sobre todo, quería escapar por cada poro de esa jaula de carne para ser quien de verdad era. Pero nunca lo hice. Y por una muy buena razón. 

Las personas. Las personas, son algo tan indispensable. Hay muchos tipos de personas en el mundo, las que sonríen a un extraño al cruzar la calle, las que te dejan pasar con tu barra de pan en la cola del súper, las personas con las que cruzas miradas en el bus e imaginas un preciosa historia de amor hasta la siguiente parada; o las que a mí personalmente más me gustan, aquellas que sin poder evitarlo se marcan algún baile en medio de la calle al escuchar su canción favorita camino al trabajo. Sean como sean, siguen siendo desconocidos para mí, por suerte o por desgracia, pero a los que yo he tenido la suerte de conocer, son la verdadera razón de esa lucha interna que alimenta el insomnio. La familia, es ese grupo de personas que dejan que vueles libre y sin correas estés donde estés, que te hace sentir que el hogar no es un sitio concreto, sino cualquiera en el que ellos te acompañen. La familia, son personas a las que sí conoces y a las que has dejado conocer cada pedacito de ti, para mí la familia no termina en la sangre y nunca lo hará, porque esos amigos que se convierten en hermanos, son familia que tú has elegido para sostenerlos cuando lo necesiten y para derrumbarte a sus pies cuando seas tú al que no le queden fuerzas.

Eran mis flores de incontables colores y formas, a las cuales creía admirar lo suficiente, pero que ahora me doy cuenta de que mi nariz acostumbrada a su olor y mi piel a su contacto, les echan de menos más que nunca.

Los pájaros que antes escuchaba cantar, parecen haberse multiplicado por el reducido espacio. Hay cantos que animan al progreso, a avivar el paso y acabar corriendo ladera abajo con una sonrisa de oreja a oreja, melodías que al caer te sirven de punto de apoyo para levantarte, sacudirte el polvo y volver a la acción. Esos son los pájaros que no puedes permitirte perder o dejar de escuchar, porque los cuervos siempre intentarán apagarlos. Estos ahora, son más que nunca, y sus graznidos surten el efecto contrario a las armoniosas melodías, algunos los llaman demonios, yo los llamo cuervos. 

Todos tenemos cuervos en nuestras cabezas, algunos consiguen callarlos mejor que otros o aprenden a no escuchar sus gritos y centrarse en los cantos buenos; de una forma u otra, esa rutina de la que he querido escapar, también me ha ayudado a aplacarlos, incluso sin darme cuenta. Quizá ese es otro motivo por el que nunca hui, porque en el fondo sabía que me hacía bien, esa rutina llenaba mi pradera de flores, carreras y cosas por hacer, consiguiendo que mi mente concentrara sus fuerzas en todas esas pequeñas acciones y personas. Sin embargo, ahora al no poder parar a oler esas flores, o correr por los verdes caminos, solo me queda sentarme a escuchar. 

Escucho incongruencias, melodías que me hacen sentir segura de mí misma y que alimentan el amor propio; pero también, pensamientos que vienen desde muy atrás en el tiempo, que surgieron en momentos concretos del pasado y que nunca creí que fueran a perdurar tanto en mi cabeza. Por ellos, surgen miedos, odio y desprecio en una dirección que nunca será la correcta, y a pesar de saber eso es inevitable sentarme a escuchar.

Las melodías sutiles y llenas de vida no siempre se vinculan a mí, también cantan fragmentos por la razón principal, las personas. Crean canciones de letras mágicas, que ojalá todos llegaran a escuchar, hacen rimas con sonrisas, valores y gratitud, basándose en respeto y empatía. Respeto y empatía. Dos simples palabras con significados tan complejos, pero que para mí son la base de una buena flor. Tratarnos como iguales, conectar con otros al nivel de poder sentir lo que ellos siente, de poder llorar cuando ellos lloren, o de reír cuando ellos lo hagan, me parece tan mágico, que lucharé porque esas canciones lleguen a los oídos de todos y cerraré los ojos rogando porque lo vivan como yo lo hago, que lo sientan como yo lo siento; llenándose de ganas por hacer feliz y un poquito mejor al mundo que nos rodea.

Puede que aquí, encontremos una tercera buena razón; ver con nuestros propios ojos un acto de amor, un acto de sinceridad y cariño, debe llenarnos por dentro y animarnos a seguir la cadena. Ahora más que nunca.

No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, y no supe lo que amaba mi pequeño prado verde hasta que no pude estar en él. No quiere decir que no siga soñando con volar muy lejos y descubrir nuevos prados, bosques y montañas; no quiere decir que no quiera conocer otra infinidad de flores de más colores y figuras; sigo luchando por espantar a los cuervos, pero quizá nuevas melodías ayuden a crear el arma lo suficientemente fuerte para echarlos. Y por supuesto, quiero llevar la cadena a todos los rincones del mundo posibles, y ver como todavía hay esperanza para todos, como todavía podemos confiar en cada uno de nosotros.

Sin embargo, tampoco quiero seguir perdiendo el tiempo, no quiero arrepentirme de no haber hecho algo, de no haber dicho algo o incluso, de no haber dado ese abrazo que no di por confiar que habría otro momento mejor. Voy a volcarme de lleno, en cuidar mis flores para que crezcan tanto por fuera, en color y tamaño, como por dentro, en conocimiento y corazón; voy a darlo todo por intentar ser la melodía que da fuerzas a alguien, por que al menos pueda callar a los cuervos que atormentan a otros.

Cada instante que vivimos, es el mejor momento para hacer eso que pasa por nuestra cabeza. Todos debemos aprender de esto, todos debemos encontrar nuestro propio prado en el que saber que vale la pena y que valen la pena.

Por todo esto, un día volveré a correr entre esos verdes intensos, esas flores llenas de vida y esos pájaros cantarines.

Pero ese no volverá a ser el mismo prado de siempre.

Porque yo no seré la misma de siempre.


CLARA VAQUERA ILLESCAS - 1º BACHILLERATO C

"Que nunca sea el último"

- Accésit Concurso "Historias de un confinamiento" (Modalidad B) -

Todos los días nos dormimos pensando que nunca va a ser el último día, el último día en el que des un beso, abrazo, o simplemente veas en una de tus personas favoritas, su última sonrisa. Y lo pensamos porque no le damos valor a nada de eso, o no el que deberíamos.

Y es triste. Es triste, ya que un día, algo que no podemos controlar arrasa con todo eso. Todo se desvanece en un solo instante.

Y, entonces, echamos de menos cada uno de los besos, abrazos, sonrisas, que no dimos. E intentamos recuperar todo aquello, pero ya es demasiado tarde. El tren ya ha pasado, la fugacidad del tiempo nos acecha, y sabemos que, a través de una pantalla nada es igual.

Pasan las semanas, y cada vez se nos hace más complicado. Hemos cambiado, y no hablo de las rutinas, sino de nosotros mismos. De un día para otro nos hemos acostumbrado a ser más empáticos, soñadores, ilusionados, solidarios, en definitiva, mejores personas. 

Yo siempre pienso que lo negativo se vale de lo positivo. Por muy mala que sea una situación, allá en lo más profundo, ahonda una razón para cambiar de perspectiva.

Incluso, fijémonos si hemos cambiado, que uno de nuestros mayores deseos es ver las noticias y que una de ellas sea, aunque sólo un poco, más positiva que la del día anterior. Que a las 20:00 no es sólo nuestra salida de aplausos a todas esas personas luchadoras que se lo merecen, sino que, al mismo tiempo, es nuestro pequeño auxilio. 

Y hablando de todas esas personas que se lo merecen...

Ellos también han tenido que cambiar sus rutinas, con el fin de cambiar la vida de otros. 

Por aquel sanitario, que a pesar de que ya sabía que en la medicina se iban a desprender personas en este fugaz camino, nunca pensaría que fuera a ser de esta manera.

Por aquel dependiente/cajero/comercial/transportista que nos abastece de utensilios cada día, y su único fin es llegar a la mayor cantidad de gente posible.

Por aquel personal de limpieza que hace de nuestro entorno, uno mejor.

Por aquel profesor/maestro/educador que ha tenido que revolucionar su pasión, y adaptarse a otros métodos, para que ese privilegio como es la enseñanza, no se pierda. 

Por aquel padre que se ha visto en la necesidad de aprender a teletrabajar y, a su vez, enseñar a sus hijos a que no tengan miedo, que solo es un desafío más.

Por las personas miembros del comité representativo del país que intentan por todos los medios que todo esto acabe pronto.

Por una de las personas más perjudicadas dentro de este gran desafío. Nuestros mayores, que nos han demostrado que sí se puede, que sólo es necesario no rendirse.

Por la gran cantidad de niños y adolescentes que han visto alteradas sus vidas por todo este gran revuelo.

Y por todos aquellos que ya no están, y que tanto vamos a echar de menos, pero que además, van a ser nuestros referentes a partir de ahora, porque eso sí, nunca se rindieron.

A todos, sólo queda darle las gracias.

Cuando acabe todo esto, nada será igual, no es por ser pesimista, sino realista. Y ¿por qué? No estoy hablando de aquellas medidas que haya que tomar, que son totalmente necesarias para que ganemos el desafío. Hablo de aquellos días importantes que haya que pasar junto a los tuyos, hablo de que a partir de ahora no pasaremos ni un día sin llamarlos, o mejor aún, sin visitarlos.

No vamos a dejar ni un sólo día sin salir a tomar, aunque sean cinco minutos de aire fresco, porque hemos valorado que, la libertad es uno de los regalos más preciados que tenemos, y debemos aprovechar.

Cuando alguien sienta que no puede avanzar, que todo se le viene encima, le recordaremos que vivió situaciones peores, y que no es hora de rendirse, sino de poder.

Pero sobretodo, y más importante, valoraremos el tiempo, que se desvanece por segundos, y que de un día para otro, todo puede cambiar.

Antes decía que todo negativo se vale de algo positivo, pues bien, este desafío nos ha dado verbos tan preciados como los siguientes: DISFRUTAR de los pequeños detalles, REÍR en mitad de cualquier desafío, REANUDAR pequeñas pasiones, APROVECHAR el tiempo libre, MOSTRAR el cariño necesario, CAMBIAR nuestra manera de ver la vida...

Finalmente, concluyo con una cita muy importante a cómo lo empecé, nunca dejes de soñar. Si no lo has dado hoy, ¡hazlo!, no lo dejes en el tintero. Hazme caso, lo que se pueda hacer hoy, en ese instante, no llevará la carga de que nunca hayas podido hacerlo.

Y...

Sírvete de estos valores. 
Utilízalos en ser mejor.
Envía aquello que desees.
Niño que esconde su ser.
Adulto que niega ser libre.

Un rugido de estrellas que nos piden no rendirnos nunca, que lo hagamos por ellos, al igual que un día, ellos lo hicieron por nosotros.

Todavía queda esperanza, ahora más unidos que nunca.

¡Lo conseguiremos!

MARINA MONJE ALBALÁ - 2º BACHILLERATO C