jueves, 25 de junio de 2020

"Mi experiencia en esta pandemia"

- Premio Concurso "Historias de un confinamiento" (Modalidad A) -

Antes de comenzar, me gustaría indicar que este escrito va dirigido al lector de buena fe, sin intención de insultar o hacer sentir mal.

Al principio de esta pandemia, cuando empezaron los reportajes sobre un virus que estaba atacando a la población de Asia, China en concreto; pensé que no ocurriría nada, porque habían cerrado las fronteras; a pesar de saber de la existencia de un gran problema, no les ayudamos.

Luego, cuando llegó a la península italiana, empecé a preocuparme, porque las cifras de infectados y fallecidos eran tremendamente altas; tampoco les ayudamos como necesitaban.

Cuando llegó a España, entonces sí me preocupé bastante, porque era muy contagioso; pero en el resto de Europa no existía el mismo temor: se continuaban los partidos de fútbol con viajes de aficionados, había reuniones multitudinarias, etc. Continuábamos los países sin apoyarnos y unirnos.

Y un día, mi mundo cambió: los centros estudiantiles cerraron, los comercios se clausuraron, muchas empresas como la de mi padre apostaron por el teletrabajo; teníamos que quedarnos en casa confinados para intentar controlar la situación.

Fuimos un poco crédulos al pensar que esta enfermedad sólo afectaría a los mayores. Nos dimos cuenta ese día que nos afectaba a todos: fallecían también personas jóvenes y no tan mayores. 

La gente se angustiaba, comprábamos productos higiénicos en exceso cuando se nos permitía, no sólo para mantenernos, sino para nuestro propio beneficio. Había personas que compraban cientos de rollos de papel higiénico sin ninguna razón, era una locura. Se hacían reservas de productos como si fuera el apocalipsis: leche, pasta, lejía, etc.

Cuando veía las noticias, me afectaba, pero sólo un poco; ya que la cifra de infectados era alta, la de muertos media, y la de sanos superaba a la cifra de muertos; eso era lo que me levantaba el ánimo. Por otra parte, me horroricé al ver un caso en concreto de las noticias que decía que en Holanda tomaron la decisión de que, si las personas mayores se contagiasen que no fueran al hospital a intentar curarlos, ya que su edad estaba en el grupo de riesgo, y probablemente no se salvasen; además decían que, si ellos fuesen al centro, no dejarían hueco a los jóvenes, ya que ellos tenían prioridad por ser el futuro de aquel país. Al escuchar esto, pensé que le habían negado su derecho a sanidad, y creo que no me equivoqué. Si discriminamos a las personas tanto por edad como por raza o cualquier otra cosa, nos convertiremos en la persona que representa el mal, en la persona que no debemos ser…

Aunque sabía que a mí seguramente no me afectaría por mis condiciones físicas ni por mi edad, me preocupaba por el prójimo, porque, y si el prójimo fuese uno de nuestros seres queridos... 

Pero cuando la gente empezó a ver las cosas serias, se ayudaron entre sí: hicieron mascarillas, las repartieron por todas las casas, tomaron medidas de usarlas: cómo y cuándo, por si ellos se infectaban, para no contagiar a los demás, y aplaudieron a los que más ayudaban.

Ese acto de buena fe, aunque fuera insignificante el aplauso, demostró nuestra admiración hacia los médicos, las enfermeras, los cajeros/as, los/as policías, a todos los que iban al trabajo, aunque se arriesgasen a infectarse.

Yo en mi casa tengo medidas higiénicas: salgo con guantes y mascarilla, uso el desinfectante, me lavo las manos, se lava la ropa a más de 60 ºC, cuando entro en mi casa, limpiamos las suelas de los zapatos, y todo lo que se trae de fuera; nos repartimos las tareas, cada uno un puesto en la cocina, cuando llega la compra a casa: mi madre limpia los productos, yo los seco, y mi padre los guarda. 

Hace tiempo hicimos un vídeo hacia dos familiares, ya que no podíamos salir. El motivo de los vídeos eran que sus cumpleaños habían tomado fecha, fechas en las que no se podían celebrar reunidos, ni mucho menos salir a un establecimiento. Pero sabíamos que cuando el virus estuviese controlado, nos juntaríamos y lo celebraríamos a lo grande… lo celebraríamos en familia.

A veces entraba en pánico un poco, porque me preocupaba cuando acabaría esto; y porque recapacitaba que había malgastado tres meses en hacer cosas insignificantes, en malgastar tanto tiempo, pero luego hablaba por teléfono con mis amigas y olvidaba todo.

Me preocupaba cómo volveríamos al instituto... ¿clases de 15 alumnos/as, dos metros de distancia entre cada uno/a, separar mesas y hacerlas individuales...? 

Me di cuenta de que ese no era el gran problema, no; era el virus. 

A veces cuando la gente se asusta, busca una fuente de entretenimiento, para desahogarse y olvidarlo. En este caso la fuente es “criticar a los demás”. He oído muchas cosas como: “no podían comer otra cosa los chinos” o “tenían que hacer sopa de murciélagos”, pero luego, cuando los españoles que se quedaron encerrados en otros lugares fuera de sus casas mientras viajaban, les obligaron a quedarse en casa porque decían que estaban “infectados”, se sintieron mal... 

Yo no digo que justamente esas personas criticasen a la población china, no; pero desgraciadamente pagamos justos por pecadores. En vez de criticar, deberíamos tener más empatía y buscar soluciones, algunos/as, porque otros es lo que hacen; a esas personas las llamo admirables.

En esta pandemia muchos caeremos, pero caeremos luchando…puede que algunos/as entren en depresión por perder a sus seres queridos, yo lo entiendo; una vez un profesor de libre disposición nos contó un cuento con muy buena moraleja: decía que un hombre sabio daba muy buenos consejos a sus familiares, y por eso se hizo conocido. Al cabo de varios días, vinieron las mismas personas a contarles el mismo problema, y el sabio decidió hacer una asamblea con todos ellos/as. Cuando estaban todos, les contó un chiste muy gracioso, y se rieron mucho; contó el mismo chiste varias veces, y se dejaron de reír; al cabo de un tiempo, el sabio les dijo: ¿Por qué no pueden reírse siempre con el mismo chiste, pero sí llorar por el mismo problema…?

Esa es la moraleja del cuento, y mi moraleja de esta historia es que hay que aprovechar el tiempo que tenemos para estar en familia; las redes sociales, los videojuegos y las nuevas tecnologías siempre estarán presentes, pero la familia no; porque lo único que no se puede recuperar es el tiempo; el tiempo vale oro, por eso hay que aprovecharlo... el tiempo lo quita todo.

 ...Y mientras que nosotros permanecemos en casa, los animales salen y exploran el mundo que nosotros les arrebatamos, la Tierra se está recuperando de todo el daño que le hemos estado causando, la flora está creciendo, dándonos oxígeno... ¡Si los árboles dieran Wifi todo el mundo los estaría plantando como locos, qué pena que solo nos aporten el oxígeno que necesitamos para vivir! 

“Podemos molestarnos porque la rosa lleva espinas o alegrarnos de que las espinas van acompañadas de rosas”, debemos ser optimistas en todo momento y más ahora mismo, cada paso hacia adelante que damos es un poco menos para el final de esta miserable historia que estamos viviendo.

Si todos colaboramos, si todos ponemos nuestro granito de arena, esta trágica historia podrá llegar a su fin poco a poco como antes dije. Pasaremos página de esta historia, aunque algunos se queden atrás.

Hablando de finales, me despido afirmando con seguridad que: ¡RESISTIREMOS!

INÉS SARASUA FONTANILLA - 1º ESO B

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