martes, 26 de noviembre de 2019

25N Textos para reflexionar (II)

Ana Orantes, la víctima que evitó muchos asesinatos machistas

Cuando Ana Orantes fue asesinada, en 1997, no existían órdenes de protección para las víctimas. La conmoción que provocó su muerte hizo imparables los cambios legislativos.

La calle mide 50 metros, sólo tiene cinco números y está ubicada en el centro histórico de Sevilla, 400 metros al noreste del Palacio de Dueñas. Se llamaba calle Potro hasta que el 16 de marzo pasado fue renombrada como calle Ana Orantes. En el único bar que hay en su recorrido explican que es frecuente que los turistas se detengan bajo el rótulo y tomen fotografías. La mayoría son extranjeros que ignoran quién es Ana Orantes pero a los que les llama mucho la atención la placa en la que se le rinde homenaje. En ella está impresa una fotografía con la sonrisa que lució al despedirse en el programa de Canal Sur en el que contó 40 años de maltrato 13 días antes de ser asesinada por su ex marido.

A la imagen le acompaña una leyenda que apunta la extraordinaria repercusión de su muerte, que supuso un punto de inflexión en la lucha contra la violencia de género, hizo que la sociedad se viera interpelada al respecto y aceleró un cambio legislativo que culminaría con la aprobación de la Ley contra la violencia de género en 2004, siete años después de su asesinato. «Ana Orantes (Granada 1937- Cúllar Vega 1997). Puso palabras a la violencia machista que sufren muchas mujeres y la convirtió en un problema público y social al contar su historia en Canal Sur Televisión. Ana fue asesinada por su marido. Su figura ha de ser memoria y ejemplo de presente y futuro. El Ayuntamiento de Sevilla la honra dedicándole esta calle. Sevilla marzo de 2019», se lee en la placa.

Cuando Ana Orantes recibió la primera paliza, tres meses después de casarse con José Parejo, en 1956, el Código Civil decía cosas como estas: «El marido debe proteger a la mujer, y ésta obedecer al marido», «está prohibido el matrimonio (...) a la viuda durante los trescientos un días siguientes a la muerte del marido», «la mujer está obligada a seguir al marido donde quiera que fije su residencia...» [...]

En 1996, 15 años después de la aprobación del divorcio, Ana Orantes se atrevió a solicitarlo por primera vez, pero el juez se lo denegó conmovido por el marido. Un hombre que llora así debe de querer mucho a su mujer, vino a decir. Ana consiguió la ruptura legal al segundo intento, pero no así la separación física, puesto que ambos siguieron viviendo juntos en el número 1 de la calle Serval en Cúllar Vega (Granada). Ella en la planta de arriba y él, en la de abajo. «Era como una cárcel», dice su hija Rosario, de 51 años. «Tenía que salir acompañada por mi hermano o por sus consuegros, que vivían enfrente, tenía que andar con mil ojos. Yo la llamaba dos o tres veces todos los días: "¿Cómo está la cosa, mamá?", "¿se ha metido hoy contigo?". "No, mira, hace dos o tres días que no veo el coche". Eso me dijo la última vez que la llamé». […]

Sólo tres días después del asesinato de Ana Orantes el Gobierno anunció una revisión del Código Penal y de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, reformas que se llevaron a cabo en 1999. Se introdujo la violencia psíquica como delito, las órdenes de alejamiento como pena accesoria y la persecución de oficio de los malos tratos. Se eliminó también aquella mención a la «desobediencia» de la mujer hacia el hombre. En 2003 se amplió el catálogo de medidas regulando las órdenes de protección. Finalmente el 28 de diciembre de 2004 el Congreso aprobó la primera Ley Integral contra la Violencia de Género de Europa.


José Parejo -condenado a 17 años- falleció un mes antes del estreno de la ley. Ninguno de sus ocho hijos acudió al funeral. «No nos dio pena ni nada», dice Rosario. «Hubiera ido de rojo a bailar encima de su caja de alegría». Rosario se apellida Orantes porque logró que legalmente le quitaran el Parejo. Se lo amputaron ella y otros tres hermanos. El resto no lo hizo, cuenta, por el papeleo. «Y si pudiera quitarme su sangre, me la quitaba también».
(Fuente: diario El Mundo - 4 de agosto 2019)

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