Retomamos nuestro poema semanal tras la breve pausa de la Semana Santa y qué mejor que dedicarlo a una efeméride destacada. El 23 de Abril se celebra el Día Internacional del Libro, con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor.
Durante esta jornada os animamos a tod@s a descubrir el placer de la lectura y en particular a l@s más jóvenes, valorando la contribución de escritores y escritoras como grandes impulsores del progreso social y la cultura.
El origen del Día Internacional del
Libro data de 1995, cuando se proclamó en una Conferencia General de la UNESCO
celebrada en París. Allí se decidió rendir un merecido homenaje universal a los
libros y los autores en esta fecha: el 23 de abril es un día
simbólico para la literatura mundial, ya que ese día del año 1616 fallecieron Cervantes,
Shakespeare y Garcilaso de la Vega.
Los libros son fuente inagotable de sabiduría, que ayudan al ser humano a transformar su mundo interior y
exterior. Son herramientas
para la apertura hacia nuevos conocimientos y nos proporcionan valiosos recursos, que ayudan al desarrollo de la creatividad y las capacidades cognitivas, especialmente de los niños.
Una buena lectura puede llegar a ser una excelente terapia para nuestra salud, nutrir nuestra imaginación o ser un instrumento universal para forjar valores entre los más jóvenes. Un buen libro puede ser la llave para expandir la diversidad cultural entre los distintos pueblos del mundo.
Y no son pocos los poetas que han cantado alabanzas a los libros. Como muestra, hoy queremos proponeros un breve poema del inmenso poeta onubense Juan Ramón Jiménez (1891-1958). Autor de una extensa obra muy personal, en la que destaca la gran sensibilidad y el uso preciso del lenguaje, el denominado por muchos "poeta de la belleza" fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en el año 1956.
QUISIERA QUE MI LIBRO
Quisiera que mi libro
fuese, como es el cielo por la noche,
todo verdad presente, sin historia.
Que, como él, se diera en cada instante,
todo, con todas sus estrellas; sin
que, niñez, juventud, vejez, quitaran
ni pusieran encanto a su hermosura inmensa.
¡Temblor, relumbre, música
presentes y totales!
¡Temblor, relumbre, música en la frente
-cielo del corazón- del libro puro!
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