“No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida”, escribía en su poema Elegía a Ramón Sijé, Miguel Hernández, una de las plumas más brillantes de España y del que mañana 28 de marzo se cumplen 80 años de su muerte.
Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.
Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa
con su ruinosa cama.
Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.
El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.
El
poeta nació en Orihuela en el seno de una humilde familia en
la que la falta de recursos y la necesidad de trabajar para conseguirlos se
hacía prácticamente incompatible con la educación. Aun así, Miguel
Hernández Gilabert desarrolló un exquisito gusto por la poesía clásica
española. Desde jovencito, Miguel mostró también una sensibilidad
especial para componer sus propias obras. Pronto comenzó a formar parte de la
tertulia literaria de Orihuela, donde conoce a Ramón Sijé, de quien se haría
gran amigo. A partir de 1930, a la edad de 20 años, empieza a publicar pequeñas
poesías cortas en revistas como El
pueblo de Orihuela o El Día de
Alicante.
A partir de ahí, comenzó
a ampliar sus horizontes. Para ello viajó a Madrid, donde se zambullirá de
pleno en el movimiento cultural de la época. Es en aquellos años cuando escribe Perito en Lunas, donde refleja sus
experiencias. Establecido en la capital madrileña, con continuas colaboraciones
en distintas revistas, Miguel Hernández encuentra tiempo para escribir varias
obras, entre las que destacan El silbo
vulnerable, Imagen de tu
huella y El rayo que no cesa.
Cuando estalló la Guerra Civil, el poeta decidió tomar parte activa en el conflicto, lo que le obligó a abandonar el país cuando éste terminó. Miguel Hernández fue descubierto en la frontera con Portugal, donde le detuvieron y sentenciaron a pena de muerte. Y, aunque su condena fue conmutada por una pena de 30 años de prisión, jamás llegó a cumplirla, ya que la tuberculosis acabó con la vida del poeta el 28 de marzo de 1942 en una fría prisión de Alicante.
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